Resilience - Reseña crítica - Steven M. Southwick
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Resilience - reseña crítica

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Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: Resilience: The Science of Mastering Life’s Greatest Challenges

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 9781009299749

Editorial: Cambridge University Press

Reseña crítica

Este viaje hacia tu propia capacidad de recuperación comienza con un desafío o un momento difícil. Porque, no se puede hablar de resiliencia sin haberlos atravesado realmente. Este libro es una invitación a descubrir que la resiliencia no es excepcional, es de lo más común. Aprenderás que el sufrimiento no excluye la fortaleza y que el estrés puede ser necesario para crecer. Aun en medio del caos, puedes encontrar sentido. Resiliencia no es volver a ser el mismo, como si nada hubiese pasado, ni regodearse en el dolor; es avanzar siendo cada vez más fuerte.

Comprender la resiliencia: qué es y por qué importa

¿Qué es la resiliencia? Es la capacidad de resistir, adaptarte y crecer ante la adversidad. Sólo puede ser resiliente quien ha enfrentado desafíos y dolores. Se trata de un proceso, no un rasgo fijo, y puede desarrollarse durante días, semanas, meses o años. Puedes analizar algunos casos reales de la historia que sirven de ejemplo: la reconstrucción de una firma financiera tras el 11-S, el heroísmo de los trabajadores de salud durante el COVID-19, o la resistencia del pueblo ucraniano; que ilustran cómo, incluso en contextos extremos, la resiliencia puede hacerte brillar.

Lo que realmente diferencia a las personas es cómo responden ante la adversidad. La resiliencia está respaldada por la neurociencia. Regiones clave como la amígdala (representa el miedo), la corteza prefrontal (autorregulación) y el hipocampo (memoria) juegan roles centrales. En personas con trastornos de salud mental, estos sistemas funcionan de forma desregulada.

El sistema nervioso autónomo también cumple un papel vital. La resiliencia implica saber acelerar ante una amenaza, pero también frenar y recuperarse a tiempo. A través de la resiliencia, puedes desactivar, incluso, problemas genéticos. La biología no es destino. El cerebro es plástico, tú también tienes el poder de cambiar su estructura y función. La clave es ejercitarlo. Lejos de ser una forma de evitar el sufrimiento, se trata de tener la capacidad de seguir adelante a pesar de él. Es algo que todos pueden entrenar, ¡incluso tú!

Entrenar una mente resiliente

Tu mente puede ser tu aliada o tu mayor obstáculo. La buena noticia es que puedes entrenarla. Para desarrollar una actitud resiliente, es importante basarte en tres pilares: optimismo realista, afrontamiento del miedo y flexibilidad mental. El optimismo no es ver el mundo color de rosa; es saber que puedes influir en lo que sucede, incluso en medio del dolor. Personas como Deborah Gruen —nacida con espina bífida, nadadora paralímpica y graduada de Yale— te muestran que una actitud positiva y activa cambia el juego.

Frente al miedo, la respuesta no es huir; la mejor manera de conquistarlo es enfrentándolo. Esta también es una habilidad que puedes desarrollar. Enfrentar lo que temes fortalece tu sistema nervioso, tu autoestima y tu capacidad de actuar, cuando todo parece tambalear. Cuando el miedo o el caos te sacuden, la clave es la flexibilidad; aprender a reinterpretar una situación, encontrar un nuevo ángulo y adaptarte.

La resiliencia no es rigidez, es movimiento. Por eso, tu cerebro cambia contigo: la neuroplasticidad demuestra que las conexiones neuronales se reorganizan con la práctica. Lo que entrenas, se fortalece. La mente resiliente no nace, se cultiva. Con práctica, puedes aprender a pensar diferente, a elegir tus batallas y a avanzar, incluso cuando la tormenta no cede. Te caerás mil veces, se trata de saber cómo levantarte.

Los pilares neurobiológicos y psicológicos

Entender la resiliencia también es entender cómo responde tu cuerpo y tu mente al trauma. La resiliencia es un proceso dinámico influido por factores biológicos, psicológicos y sociales. Tu sistema nervioso tiene un papel fundamental. Cuando enfrentas un estrés intenso, se activan tres sistemas principales: el sistema nervioso simpático, que te prepara para luchar o huir; el sistema parasimpático, que te ayuda a recuperarte; y el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal (HHA), que regula el cortisol, la hormona del estrés.

Las personas resilientes tienden a mostrar una activación más rápida del sistema parasimpático, después del estrés. Es decir, no es que no se estresen, sino que se recuperan mejor y más rápido. Además, la resiliencia se relaciona con una mayor neuroplasticidad, la capacidad del cerebro para adaptarse, aprender y reorganizarse. El entrenamiento mental, como la meditación o la terapia cognitiva conductual, puede modificar estructuras cerebrales asociadas con la regulación emocional.

La genética influye, pero no determina. Factores como el ambiente, el estilo de vida y la exposición al estrés modelan cómo se expresan nuestros genes. Eso significa que puedes intervenir sobre tu biología a través de lo que haces, piensas o sientes. La resiliencia es energía en movimiento. Hay rutas neuronales que pueden fortalecerse con práctica, hábitos y vínculos positivos. Cultivar la resiliencia implica trabajar con el cuerpo, la mente y el entorno. Tu cerebro no es tu límite, es tu punto de partida. Cuanto más lo entrenas para recuperarse, más resiliente serás.

La importancia del vínculo y la conexión con otros

La resiliencia no se construye en soledad. El apoyo social es un factor protector fundamental frente al trauma. Las relaciones sólidas ayudan a amortiguar el impacto del estrés y promueven una recuperación más rápida. No se trata de cantidad, sino de calidad. Un sólo vínculo significativo puede marcar la diferencia. Una relación segura y confiable puede brindar una base emocional sólida desde la cual enfrentar la adversidad. Los resilientes tienden a buscar ayuda, conectarse con otros y mantenerse activos socialmente, incluso en medio del dolor.

Es interesante que ponderes el valor del servicio a los demás. Ayudar, escuchar y acompañar no sólo fortalece a quien recibe el apoyo, también beneficia a quien lo brinda. Las personas que se involucran en actos de altruismo tienden a experimentar mayor sentido de propósito, autoestima y bienestar emocional. Los lazos afectivos no sólo ofrecen contención emocional, sino que modulan la respuesta biológica al estrés. El apoyo social puede reducir la activación del eje HHA y disminuir los niveles de cortisol. Es decir: los buenos vínculos también calman el cuerpo.

Aún en contextos de trauma, es posible reconstruir vínculos. Muchos resilientes relatan cómo relaciones nuevas —un terapeuta, un mentor o un amigo inesperado— fueron claves en su recuperación. El ser humano es extraordinariamente capaz de volver a confiar, incluso después de haber sido herido. No estás solo, ni tienes que atravesar el dolor solo. La conexión humana es una fuente de fortaleza, sanación y sentido. A veces, todo empieza con alguien que simplemente dice: “estoy aquí, cuentas conmigo”.

El cuerpo como aliado de la mente

La resiliencia no sucede sólo en el plano mental. Cuidar el cuerpo mejora directamente tu capacidad de enfrentar la adversidad. Una salud física sólida proporciona una base para la fortaleza mental. El primer gran pilar es el ejercicio físico. No sólo mejora la salud cardiovascular y el estado de ánimo, también modula el estrés, estimula la neurogénesis y fortalece la autorregulación emocional. El ejercicio regular reduce los niveles de ansiedad y depresión, y mejora la autoestima.

Además, el movimiento activa regiones del cerebro vinculadas a la resiliencia, como el hipocampo y la corteza prefrontal. Las personas físicamente activas muestran mayor capacidad para adaptarse a eventos estresantes. El segundo es el descanso. Dormir bien no es un lujo, es una necesidad biológica para mantener la salud emocional. La falta de sueño puede amplificar la reactividad emocional y disminuir la tolerancia al estrés.

Le sigue la respiración consciente y la relajación corporal. Técnicas como la respiración diafragmática y la meditación pueden regular el sistema nervioso autónomo, reduciendo la respuesta de lucha o huida. Respirar profundamente es una forma efectiva de enviarle al cuerpo el mensaje de que estás a salvo.

Por último, la nutrición. Una alimentación equilibrada no sólo aporta energía, también influye en la estabilidad emocional. Lo que comemos afecta directamente la química del cerebro y, por lo tanto, nuestro estado mental. Cuanto mejor se siente tu cuerpo, más recursos tendrás para pensar con claridad, regular tus emociones y seguir adelante, incluso en los peores momentos.

Resiliencia en acción

La resiliencia es una forma de estar en el mundo y una práctica cotidiana. Es importante conocer testimonios e historias de personas que enfrentaron traumas extremos —guerras, pérdidas, enfermedades o violencia— y, aun así, encontraron caminos para reconstruirse. Así, entenderás que no es que no sintieran miedo o dolor, es que eligieron no quedarse ahí.

¿Qué tienen en común? La mayoría activó de manera consciente o inconsciente los principios desarrollados en el libro: cultivaron el sentido de propósito, fortalecieron vínculos, cuidaron su cuerpo y, sobre todo, tomaron decisiones activas para salir del dolor. No hay una fórmula única. Pero, hay patrones comunes que pueden enseñarse, practicarse y fortalecerse. Cada uno puede construir su propia hoja de ruta. La pregunta no es “¿soy resiliente?”, sino “¿qué puedo hacer hoy para ser más resiliente mañana?”.

Ese "hacer" puede ser tan simple como dormir mejor, hablar con alguien, mover el cuerpo o escribir lo que sientes. La resiliencia es una capacidad humana universal. Puede desarrollarse en cualquier etapa de la vida, en cualquier circunstancia. No se trata de volver a ser quien eras, antes del trauma, sino de convertirte en alguien nuevo, más sabio, más fuerte y más consciente. No elegimos lo que nos pasa. Pero, sí, podemos elegir cómo respondemos. Esa elección, repetida cada día, es lo que nos transforma.

Notas finales

La resiliencia no es negar el dolor, es aprender a vivir con él. No elegimos lo que nos pasa, pero, sí, cómo respondemos. Este libro te mostró que podés entrenarla, en tu cuerpo, tus pensamientos y tus vínculos. No se trata de volver a ser quien eras, antes del trauma, sino de convertirte en alguien más fuerte y sabio. Sobrevivir ya es una forma de resiliencia, que esto no sea un cierre, sino un comienzo. El comienzo de tu propia forma de resistir, adaptarte y seguir adelante, con coraje, sentido y conexión.

Consejo de 12min

“¿Por qué la resiliencia?”, de Boris Cyrulnik y Marie Anaut. Este libro surgió luego del Primer Congreso Mundial de Resiliencia, llevado a cabo en 2012. Boris Cyrulnik y Marie Anaut coordinaron y recopilaron los estudios y las opiniones de un montón de especialistas en el tema, para poder tener una mirada heterogénea. Con esto, fueron un poco más allá: no se quedaron sólo en la definición de la palabra, sino que trataron de descifrar qué permite que un niño o un adolescente que padeció un trauma pueda recuperar su vida.

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¿Quién escribió el libro?

Psiquiatra y referente mundial en el estudio del trauma y la resiliencia, ayudó a cientos de pacientes a transformar el sufrimiento en fortal... (Lea mas)

Psicólogo clínico y profesor de psiquiatría, se especializa en salud mental, trauma y crecimiento postraumático. Su historia personal de... (Lea mas)

Médico e investigador, es uno de los principales expertos en neurobiología de los trastornos del estado de ánimo y la ansiedad. Además de su labor académica,... (Lea mas)

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